El devenir en el perecer
Me prometí a mi mismo
no encerar los ojos
con el azufre de mi pensamiento
Mirar de cerca la vida
y tocarla con firmeza,
con la devoción humana
que nunca teme
la travesía dura de la carne
Esa vida que concluye
con su mismo nacimiento,
que emparienta cruz y cuna
y madre y muerte
en idéntico linaje
Entender ha sido para mí
una exigencia insoportable:
Porque el corazón del mundo
se llama dulce eternidad
y la dulzura ama el perecer,
La muerte talla al hombre
en una blanca incertidumbre,
y el regocijo de los días
no madura en la esperanza
Del amante
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